
Productividad. Si viviéramos en unas casas de esas enormes como las que salen en las películas americanas, con jardín delantero y trasero, porche, garaje, canasta de baloncesto, amplia primera planta y enormes dormitorios en la segunda, pues no sé yo. La realidad española es otra para la inmensa mayoría. Tampoco creo yo que sea exclusivamente una cuestión de espacio, pero también... qué pereza tener que liberar la mesa del comedor para su uso principal además de la matraca con las conversaciones de tu pareja todo el día colgado al teléfono. En casa se escaquea uno menos que en la oficina no vayan a pensar y se dedica mucho más tiempo efectivo que el pactado y a cualquier hora: “ya que estoy, total, termino esto, que no hay nadie esperando a que llegue a casa”. Los números salen, seguro, hasta que entremos todos en barrena afectados por el desánimo.
Creatividad. Ni las grandes empresas tecnológicas han prescindido de los espacios comunes de contacto y podrían haberlo hecho hace muchos años. La opción del teletrabajo se ofrece como una ventaja según la situación personal específica de cada individuo pero no se prescinde del cuartel general ni de las delegaciones. El contacto entre las personas, la dinámica de equipo, el intercambio de ideas y el ambiente propicio generan conocimiento y condiciones para una acertada toma de decisiones. Separar los ámbitos -el laboral del familiar- ayuda al equilibrio entre los diferentes planos del desarrollo personal: cada uno introduce en nuestra efímera existencia diferentes elementos de motivación y felicidad.
Sensatez. Un hecho insólito que en estas latitudes la inmensa mayoría de la población esté aguantando metida en casa un par de meses. Un escenario habitual en el norte de Noruega, por ejemplo, tenlo en cuenta, tan estupendos no somos. En el mundo laboral algunas cosas sí que deben cambiar. Pero no será por un virus sino por el propio avance de la tecnología y la sensatez que acompaña inevitablemente a los nuevos tiempos: menos horas semanales presenciales, horarios más cómodos, conciliación real, calendario escolar compatible, ayuda efectiva a las familias que quieran tener hijos.
Incineración. Ahora bien, el virus sí que servirá para desenmascarar el mantra -repetido un millón de veces- de recicla, recicla, recicla y el anuncio precipitado de la inminente prohibición de los útiles de un solo uso. Manda la exigencia, por pura supervivencia, de evitar el contacto mediante mascarillas desechables, guantes y todo tipo de material de protección cuyos residuos deben ser destruidos. El reciclaje está bien en muchos casos, pero no con carácter universal, mucho ojo con asumir riesgos en esa manipulación.